miércoles, 25 de mayo de 2011

La Amiga Imaginaria

Este relato ha sido publicado en la revista digital Ultratumba, que podeís leer aquí.


La pequeña jugaba con las muñecas que su tía le había traído el día anterior. Mientras la niña estaba entretenida, su madre hablaba con el médico. Apenas podía contener las lágrimas, pero no iba a dejar que su hija la viera llorar.
El médico se retiro y la niña dejó de jugar. Su madre se sentó en la cama, apenas podía mantenerse en pie. La pequeña se acercó a ella, asustada al verla así.
- ¿Qué te pasa, mami?
La mujer se limpio las lagrimas, cogió la mano de su hija e intento esbozar una sonrisa. No quería que ella la viera así.
- Nada, cariño. El médico me ha dicho algo muy bueno. Ya no tienes que estar aquí. Podemos volver a casa.
La niña se puso muy feliz, era la mejor noticia que podían darle. Por eso no entendía por qué su madre seguía llorando.

Ya hacía dos meses que habían vuelto. Desde entonces, a la pequeña le habían permitido de todo: le regalaban cosas, la dejaban en la tele hasta tarde y todos los días la llevaban al parque. ¡Ella adoraba jugar en el parque! Cuando estaba en el Hospital no le permitían salir y sólo podía jugar con los demás niños ingresados.
Ahora se dirigía al parque, junto a su madre. Cuando llegaron, la pequeña corrió a reunirse con el resto de niños mientras que su madre charlaba con unas amigas. Entre todos los niños del parque, decidieron jugar al escondite y pronto echaron a correr mientras que uno se tapaba los ojos para contar.
La pequeña se escondió entre unos arbustos, bien agachada para que no la descubrieran. Estuvo así durante unos minutos, hasta que la impaciencia pudo con ella y se asomó un poco.
- Cuidado, van a verte.
La niña se sobresalto y se giró para encontrarse con unos ojos de azul hielo. No pudo evitar pegar un bote al descubrir a otra niña junto a ella.
- ¡Me has asustado! – le recriminó.
- Perdón, no quería asustarte. Me llamo Liria y es la primera vez que vengo aquí. Así que quería hacerme tú amiga.
La pequeña se relajó, al principio le había dado algo de miedo. Los ojos azules de la pequeña le habían provocado un escalofrío, pero al ver que simplemente quería hacer amigos le sonrió y se presentó.
- ¿Vienes todos los días al parque? – preguntó su nueva amiga.
- Suelo venir todas las tardes después del colegio.
- Entonces nos veremos todos los días. Ahora que te conozco me gustará mucho venir aquí.
- Si, y podrás jugar con todos nosotros. ¡Ya veras cuánto te divertirás!
A la nueva niña no pareció gustarle mucho la idea de jugar con más gente. Pero le sonrió y las dos empezaron a charlar y reírse. A la pequeña le gusto mucho Liria y, por algún motivo, supo que serían grandes amigas.
La niña se cansó de esperar. ¡Estaban tardando demasiado en encontrarla! Salió de su escondite y buscó al resto. Liria no la siguió, se quedo detrás del seto. Al cabo de un minuto, la pequeña encontró a todos los demás niños y corrió hacía ellos.
- ¡Eh! ¿Por qué no habéis ido a buscarme? Llevo mucho tiempo esperando.
- Te hemos estado buscando por todos lados. Al final nos hemos cansado ya – le contesto uno de los niños.
La pequeña no se lo creyó y les recriminó que la dejaran sola. Mientras discutían, su madre se acerco a ella y la llamó. Ya era hora de volver a casa.
- Mamá, hoy he conocido a una niña muy simpática, y los demás no me han buscado cuando hemos estado jugando al escondite. Así que ya no voy a jugar más con ellos, solo con Liria.
La madre no le dio importancia, lo consideró cosas de niños. A partir de ese día, la niña jugaba todos los días con Liria. En poco tiempo se había convertido en su mejor amiga.
Su madre, en cambio, estaba preocupada. Su hija no paraba de hablar de Liria, pero nunca la había visto y nadie del parque la conocía. Llegó a pensar que su hija se había creado una amiga imaginaria.

El tiempo pasó y la niña comenzó a empeorar. En poco tiempo tuvieron que hospitalizarla de nuevo. En el Hospital podía jugar y correr, hasta que de repente le desaparecieron las fuerzas y no pudo moverse de la cama.
Sus familiares y amigos iban a verla y le llevaban regalos. Pero, aunque fue mucha gente, echó especialmente de menos a una: Liria. Su madre había estado buscándola ante las insistentes peticiones de su hija. Pero no encontró ni rastro de ella. Lo que confirmaba sus sospechas de que en realidad Liria no era real.
Una noche, un extraño ruido despertó a la pequeña. Por la noche el Hospital era muy silencio, así que era raro escuchar algún sonido, y más que éste la despertara. Buscó con la mirada el origen del ruido hasta toparse con unos fríos ojos azules.
- ¡Liria!
- He venido a buscarte – le dijo la pequeña intrusa.
- No tengo fuerzas para tenerme en pie, así que no puedo ir a jugar contigo.
Liria le tocó la frente con la mano, estaba fría pero a la niña la hizo sentirse revitalizada y llena de energía.
- Ahora ya puedes. Ven conmigo – y le tendió una mano.
La niña se levantó y comprobó que Liria tenía razón. Su cuerpo había recuperado la fuerza y un sentimiento extraño la empujaba a tomar su mano y seguirla a dónde fuera que la llevara.
- Ahora podremos jugar juntas para siempre.

La mujer se despertó con el primer rayo de luz. Soltó un bostezó y se acercó a la cama de su hija para despertarla. La llamó por su nombre y la agitó levemente, pero la niña no se movió.
La madre, alarmada, la agitó más fuerte y comenzó a llamar a gritos a la enfermera. Pero ya era tarde. El corazón de la pequeña había dejado de latir.

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